sábado, 27 de agosto de 2011

Dígalo claro

Usted se levanta, se pone un short y sale a correr; no lo hace con la intención de verse bien y estar sano, lo hace con el mero propósito de tener un abdomen plano y no lo rechacen a la hora de cortejar a una dama. Sí, al ochenta porciento de mujeres no les interesa que usted sepa de política internacional, macro y micro economía: ellas solo quieren un tipo del que la mamá no les diga “igualito a tu padre”.

Usted no trabaja porque ama lo que hace; trabaja para ganar un sueldo y comprar las cosas que desea. Ningun banqueros ni cajeras, oficial de crédito y oficinista trabaja para mejorar la economía del país. Los hacen porque cada 15 y 30 de cada mes, recibirán el cheque que les permite costear la entrada a la pista de baile, a la percha donde está el alcohol con el que embriagan a esa pareja de la que se aprovechan cuando ya perdió el conocimiento.

Usted no compra un carro porque deseaba superarse, lo compra porque sabe que, entre un individuo que lleva a una mujer en taxi y entre el que llega en un convertible, siempre se irán con el que llega en cuatro ruedas propias. (No es machismo, es ley de supervivencia)

La selección natural nos ha hecho así: antes buscamos a quien nos mejore la raza, quien saque hijos más altos y que puedan protegernos de las vicisitudes de la naturaleza. Hoy la selva es de cemento, lo depreadadores llevan smoking y por eso siempre apuntamos a quien tenga más dinero y pueda dar una mejor vida. Ese romanticismo de películas, donde la chica guapa se queda con el aventurero y romático que lleva compa de cuero y majea una moto, es la misma pareja que, 20 años después, llora porque el esposo nunca sentó cabeza, no tienen dinero para llevar a sus hijos a Disney; lloran porque no hay comida en la refrigeradora. “Estupido yo”, pensará el hombre mientras lamenta haber dejado su puesto de trabajo por perseguir ese sueño que nunca llegó.

Todo sería más sencillo si nos sinceráramos, si dijésemos las cosas como realmente son, si hablásemos calro y dejásemos ese auto convencimiento de idioteces de lado: yo no quiero superarme en la vida ni quiero sacar al país del bache económico, lo que quiero es un carro grande que me convierta en la sensación y agarre todas las miradas de donde voy; yo no escribo por amor a la literatura, no soy Borges, escribo por un premio príncipe de Asturias y por un Pulitzer, por el reconocimiento de una masa sumida en la ignorancia; y no escribo música para nutrir el arte, la escribo para que me apludan sobre los tablones del escenario, para recibir los calzones que llevan escritos el mail de una chica que se que no me dira que no si le pido que se me desnude; yo no corro, nado o peleo para dejar el nombre del país en alto, lo hago porque quiero demostrarle al mundo que soy el cabrón más grande que existe en el area que me desenvuelvo; lo hago por un contrato millonario que me de todo lo anteriormente escrito.

Si hablásemos claro, quizás no se estuviese muriendo tanta gente en Lybia: si Gadafi dejase de engañarse con que es un hombre de bien y se sincerase con el pueblo diciendo que no quiere abandonar las comodidades y la teta del estado, quizás los rebeldes no lo odiaran tanto. Por honesto digo.

Quizás si el Papa dejase de engañar a todo el mundo y dijese que no es ninguna deidad ni santo, que es el representante de una entidad bancaria con cientos de años de existencia, la gente incluso ahorraría en ese banco que, con una sede del tamaño de una ciudad, muestra su solvencia a más no poder.

Quizás si los gringos dejasen de mentir sobre que son defensores de la libertad y la justicia y que en realidad su ejército es una masa de mercenarios que evacuan países para robárseles el petróleo, quizás así la gente los ayudaría. Al fin y al cabo, el mundo se mueve a punta de petróleo y todos lo necesitamos. Además, un abusivo sincero es mejor que uno que promueve falsas causas.

Todo sería si hablásemos claro, si dejases de engañar a una chica con que eres puro y casto, que tienes las intensiones más buenas del mundo y que eres un santo que jamás piensas en sexo; todo sería más sencillo si las mujeres dejaran de dar falsas ilusiones a los hombres para luego negar lo prometido; todo sería más sencillo si no le mintieras, si le dijeses que quieres un beso y no le mendigues estupideces.

Y por hablarte claro, me dices grosero y cruel. Gracias.

jueves, 11 de agosto de 2011

Váyase un poquito a la mierda

El “primer grito de independencia del Ecuador”, allá en 1809, pareció más un pequeño gemido de un orgasmo fingido. La historia habla por si sola; pero como nos encanta engañarnos lo seguimos celebrando (también es una buena excusa para hacer feriado).

De repente, las fechas históricas, los “gritos independentistas”, las gestas patrióticas y las matanzas, son excusas para “liberarse de la rutina”; una opción para poder salir corriendo de las obligaciones diarias e ir a la playa, al paramo, o algún puticlub, para embriagarse sin tener que preocuparse de ir a trabajar la mañana siguiente. No se engañe: usted ama los feriados y no le interesa lo que la fecha significa. Usted lo ha hecho, yo lo he hecho.

Uno se pregunta: ¿para esto lucharon los próceres? La respuesta: sí.

A nosotros nos hacen estudiar las revoluciones como si de novelas épicas se tratara: el mártir altruista, de buen corazón que, a capa y espada, lucho contra los tiranos opresores españoles clasistas que oprimieron nuestros cholos y esclavizaron a nuestros negros. ¿No seguimos igual?

La libertad: ese idilio estúpido con el que nos han hecho soñar, ese mismo con el que soñaron los “patriotas”, no es más que la libertad de poder comprar lo que nos de la gana.

Póngase la mano en el pecho, observe a su alrededor: libertad es tener la potestad de reunir el suficiente dinero, o en el peor de los casos endeudarse, para poder comprar y adquirir los objetos que nos da la gana. Así fue en la época de la colonia, así es en nuestros tiempos. La libertad, esa que tanto añoramos, es el simple hecho de poder adquirir y comprar todo lo que queremos (por eso la gente de dinero ama y defiende "la libertad": ellos nos venden lo que nostros queremos comprar).

Las revoluciones y gestas históricas que hoy celebramos son simplemente la respuesta de un grupo de resentidos que, hambrientos de poseer lo que los españoles tenían, expulsaron a los mandamases europeos para ellos poder acceder a todos los privilegios que ellos poseían: servidumbre y esclavos que les faciliten la vida. Ninguno lo hizo por amor a una idea de independencia, a esa idea de emancipación del espíritu y la libertad de elección (que de paso no la tenemos); lo hicieron para poder ser ellos los dueños de lo que los españoles tenían.

Hoy, nuevos gestores de la liberad se irguen presurosos para salvarnos de la opresión de un gobierno totalitario; héroes que claman por nuestro derecho a opinar libremente. Yo de verdad les pido que se váyanse un poquito a la mierda. Para escuchar a Emilio Palacios hablando sandeces sin sentido, o a Ketty RomoLeroux echándole la culpa al FMI del reggaetón, por favor cállenlos de una vez. Ellos son solo dos ejemplos puntuales, pero la verdad es que la opinión pública está llena de idiotas que claman su derecho de decir idioteces. Y lo defienden con plantones, ni siquiera de una forma creativa; váyanse un poquito a la mierda.

Las lucha por la libertad deberían cambiarse de nombre: lucha por lo que a mí me conviene. Yo creo que más gene apoyaría a una causa sincera que a un esperpento camuflado de ideal altruista. Las revoluciones no son más que eso: personas, un pequeño grupo de gente que busca la forma de colocarse en una posición que les conviene. Así ha sido siempre y así lo será.

Porque a nosotros no nos importa nada, no nos importa el sistema ni a quien perjudique: así nos criaron; mientras no sea yo el afectado no me interesa.

La gente que asiste a los plantones organizados por “celebridades del medio”, no son personas que respaldan un ideal, son personas que, de una u otra forma, se ven afectados por la medidas que repercuten en quienes convocan a la congregación. Ahora, que si alguien asiste por “defender la libertad de expresión”, le pediría que se informe un poquito más antes de ir a defender un interés ajeno: el interés de no ir a la cárcel por ejemplo.

Si bien, en el país hay mucho que cambiar, (empezando por los que nos gobiernan) los cambios no se hacen con plantones y marchas. Si algo nos ha enseñado la historia es que todo proceso de cambio es violento. “Una revolución sin tiros no es revolución”; y eso lo dijo el mismo que pronuncio la frase con la que el presi se despide de todos sus discursos: “hasta la victoria siempre”.

Hoy, estamos a la par que con el “primer grito de independencia”, una serie de reclamos sin sentido, una consecución de protestas sin norte y que defienden algo absurdo y el interés de unos pocos. Yo sueño con que un día, en un arranque de locura, el Presi lance un decreto en el que se suban el impuesto a los condones y a los moteles; ese día, las calles se llenara de gente dispuesta a disparar, a morir por un “derecho humano” que no les “debe ser negado”. Si no sucede eso, seguiremos lanzando gemidos independentistas. ¡Que viva el feriado!

sábado, 6 de agosto de 2011

Entreténgase

Wall Street bajó 4 puntos; en el cine, los Pitufos rompen taquilla, el Capitán América se vuelve a erguir como el símbolo de una nación de la libertad; más al sur, el Mashi de un país agarra un micrófono para lanzarse un monólogo de dos horas y media que solo su sequito de empleados escucha. Ojo, Wall Street bajo 4 puntos.

En medio de dos actos de significante relevancia, los Pitufos agarran y hacen olvidar todos los problemas reales que tenemos: si eres joven y recién graduado quizás no consigues empleo, si eres adulto quizás tu sueldo no alcanza para poder independizarte; y si eres padre de familia, quizás ni siquiera puedas pagar la entrada al cine y tengas que comprar un DVD pirata de los Pitufos para que tus hijos lo vean en casa. Es preferible que ellos se entretengan viendo a los duendecitos color azul, la versión original de lo Navi de Avatar, a que tengan que lidiar con la insoportable realidad que vivimos.

Cuando uno es niño uno ve a personajes como el Capitán América: un incansable luchador que recorre el mundo repartiendo justicia a golpes y balzos. Uno crece con esa imagen: el mundo está lleno de personas que hace lo correcto, que portan un escudo y se echan el ruedo para combatir los males del mundo, para hacer cumplir la justicia, personajes que destilan valor; cuando creces la única forma de ver a estos personajes, es pagando una entrada al cien.

Pero el Capitán América no existe, tampoco los pitufos, el que si es real es el Mashi del micrófono, un personaje que también es parte de esa industria del entretenimiento: el no lo sabe pero es un peón que se cree alfil en un tablero de ajedrez que se llama política internacional.

Nosotros, los generadores de capital, el proletario, el común denominador, ni siquiera aparecemos en el tablero. Nosotros somos el daño colateral que generará esa partida que están jugados los ajedrecistas, vaya usted a saber quiénes son las manos por encima del tablero, porque yo no lo sé.

Lo cierto es que todos nosotros vemos al tablero de ajedrez, lo vemos con pasividad, con ese estoicismo característico de quien resignado, ve como se mueven las fichas: el alfil de las telecomunicaciones devora a los peones del tercer mundo; las torres de las cadenas de comida rápida le hacen un paseo a los caballos que se creen sementales y primeros mandatarios de países con un poquito de dinero. Mientras todos sucede, la reina del entretenimiento manipula el espectáculo, hace ver como si todo fuera un show, una comedia o un drama digno de un premio en una bienal europea. El rey inmóvil espera a que todas las piezas se consuman las unas a las otras para luego, cuando el ajedrecista ordene, hacer su movimiento, protegerse detrás de sus plebeyos para luego lanzar un jaque mate. La partida, salveje como ninguna otra, es aplaudida por todos nosotros, ovacionada. Nosotros vitoreamos lo que creimos un espectáculo sin saber que los ajedrecistas se estaban jugando el producto interno bruto de un país. Y seguimos aplaudiendo.

Wall Street cayó 4 puntos. Las películas siguen llamando nuestra atención y nosotros ni siquiera intentamos comprender lo que cuatro puntos significan. Después, cuando estemos sin trabajo, cuando el pan cueste 20 dólares y no haya agua que tomar; cuando no haya dinero para pagar la entrada al cine, al concierto o para comprar el disco, nos preguntaremos que pasó.

Wall Street bajó cuatro puntos: entreténgase.

jueves, 4 de agosto de 2011

Anonymus

El 11 de septiembre del 2001 dos aviones reventaron en el World Trade Center de Nueva York. Desde aquel entonces la gigantesca colección de cubiertos de avión que mi papá posee, dejó de crecer.

De alguna forma ese trascendental hecho que parecía tendría las repercusiones políticas más profundas de inicios del siglo XXI, generó un cambio significo en la vida de mi padre: 25 años coleccionando tenedores y cuchillos de toda clase de líneas aéreas, utensilios que a la larga tenían que ser sustraídos porque no los regalaban.

Díganle terroristas, díganle libertadores en sus tierras, los talibanes sabe como cambiar el mundo: reventado a diestra y siniestra lo que se les cruce en el camino; y ojo que no solo lo cambiaron para los gringos, lo cambiaron por completo: por eso cito el ejemplo de mi calvo progenitor.

Hoy uno hackers piratearon la pagina web del municipio de la provincia de Orellana, una pedacito de tierra dentro de otro pedacito de tierra llamado Ecuador. El hecho alarmo a las autoridades, consternó a los líderes políticos de aquella provincia; pero no incrementó ni disminuyó la colección de tenedores de mi papá.

Deduzco que sus acciones no representan ningún cambio, sus acciones de paso, me emputan. Me emputa el hecho que un par de malcriados, siguiendo por el buen camino, no hayan podido mantener hackeada la pagina; pero me emputa más el hecho que ellos creen que han tocado el cielo con las manos por haber hachkeado una puerca página web de una insignificante provincia de un país del tercer mundo.

Diferente hubiese sido que los hackers se hubiesen hecho estragos en esa provincia y hubiesen generado un caos en el país. No lo hicieron. De paso se atribuyeron ser parte de un grupo llamado Anonymus, una red de piratas globales que juega bromas pesadas a los gobernantes y ex gobernantes de países que tiene más relevancia política. Ecuador no es uno de esos.

Ahora, Anonymus solo hace bromas, no puede hacer más; ellos no pueden usar su computadora para cambiar el mundo, a menos que sea una computadora bomba y explote frente a un dictador, explotador laboral o alguno de esos maquiavélicos seres que hemos satanizado.

Esos seres humanos que creen que lo que “Anonymus” hizo es algo genial, son los mismos que hace plantones por cualquier estupidez. Una vez más: el día que un multitudinario plantón haga algo por la libertad, por detener las balas que asesinas durante los asaltos, o cure el cáncer, ese día me iré a plantar bajo el sol como tarado.

Mientras tanto, ir a “defender” mi opinión con un cartel es tan efectivo como ir a pedir a un taliban con una biblia que crea que bombardear cosas no es lo correcto. Es igual de absurdo.

Para cambiar el país necesitamos dos aviones también: uno que valla a Carondelt y otro que valla al ministerio de justicia; de seguro eso si afectará a la colección de tenedores de mi papa, quizás para mal porque en el caos que quedaría el país de seguro se meten a mi casa y nos pelan llevándose incluso la colección de cubiertos de 25 años de antigüedad. Al fin y al cabo lo que pedimos es un cambio, para bien y para mal, eso, como buenos ecuatorianos, no nos importa. ¡Salud!

lunes, 1 de agosto de 2011

Mejor cállese

Hay joyas escondidas en las páginas de los diarios nacionales. Hay pequeños destellos de una genialidad oscura en las cuentas de twitter de los funcionarios, ex legistas, personajes de la farándula nacional e individuos que en un arranque de poetas logran hacer el más valioso aporte de sus vidas: un chiste camuflado de comentario y/o poesía.

Lo que le preocupa a uno después de observar tales genialidades es: ¿está es la gente que dirige, dirigió y seguirá dirigiendo el país? No basta si no con detenerse un instante en la cuenta de twitter de un octagenario ex funcionario y leer las joyas que emite. Quizás él esté justificado porque el señor ya esta viejito y no entiende bien el uso de la tecnología; aun así me asusta pensar que una mente que pueda generar poetuits de tal calibre estuvo al frente de uno de los ministerios más importantes del país.

El verdadero problema no son los políticos y sus genialidades lingüísticas, el problema tampoco reside en el hecho que ahora existen decenas de formas de expresar su genial dominio del idioma (y la sintaxis) a sus miles de seguidores; el problema somos nosotros.

Lo que digo no es descabellado, no es algo desquiciado mucho menos; el problema somos nosotros porque nos hacemos expectativas enormes de nuestros líderes patrios: los hacemos ídolos, intocables, seres que están sobre el promedio intelectual. En realidad, el nivel de intelecto que se necesita para estar a la cabeza de un ministerio, secretaría u otro buró del estado; la clase de requisitos, la calidad moral e inteligencia que se necesitan son tales que si a mí me ofrecieran dirigir uno, me sentiría ofendido.

Tengo que admitir que no soy ningún genio y que soy un imbécil. En realidad (al menos en twitter) yo no publico nada a menos que esté seguro que sea una completa estudipez. Lo que me diferencia de lo genio patrios es que yo estoy conciente tanto de mis limitantes como de mi seriedad: por eso no se confía de mí para emitir opiniones constructivas.

El verdadero problema es cuando un personas con las mismas cualidades que yo, en lo que a limitantes intelectuales y lingüísticas concierne, se toma enserio esto de la opinión y las redes sociales.

Cuando Ketty RomoLeroux escribió en Diario El Telegrado la columan titulada: “La doble moral del neoliberalismo”, redactó un texto que yo en mis peores borracheras no hubiese podido escribir.

La opinión es algo tan delicado, algo tan poderoso que no meceré estar en manos de personas como RomoLeroux, quien da a entender que el FMI es el responsable de los bailes más eróticos del siglo XXI, ni de individuos como Emilio Palacio quien vocifera de la libertad de expresión y le niega la palabra a otros periodistas. La mentes dignas de plasmar su opinión en el papel de un diario están trabajando para mejorar un poquito mejorar las artes de nuestro país o burlándose de quienes arruinan a la nación.

Ahora un consejo para todos (incluso para mí): la próxima vez que piense algo, que desee opinar respecto a un tema polémico, analícelo, medítelo, reflexiones y luego CÁLLESE. De nada.