martes, 19 de marzo de 2013

Gandhi estaba mal

A los diarios de Tamaulipas, en México, los callaron a punta de balazos. Tuvieron que morir decenas de periodistas y quemar un par de diarios para que las editoriales entiendan que lo mejor era callar ante tanto crimen. Los narcos obtuvieron su cometido: el silencio de la prensa y la complicidad de una nación sin información. Y esta es la prueba de que la violencia funciona.

No me crea un hijo de puta, a mi no me parece nada bonito tener que andar leyendo de colegas decapitados, no; lo que yo quiero decir es que el objetivo de los traficantes era que dejen de informar de sus actividades ilícitas y lo lograron con fusil en mano, tal y como se ganó la revolución cubana y como los europeos colonizaron el continente. Cualquiera de los tres hechos trajo peores consecuencias a los habitantes del lugar, pero el cometido de los ejecutores se cumplió. Y se cumplió a punta de ese cocktel de sangre y pólvora.

Porque la ciega sentencia de una bala no tiene discusión. El que tenga la voluntad suficiente de jalar el gatillo es el que tienen la razón. No hay argumento por la paz que detenga un proyectil de 28 milímetros. Gandhi lo tuvo que descubrir a las malas, muriendo de la forma a la que tanto se opuso. Igual, la india sigue igual de jodida, llena de gente inteligente, pero igual de jodida.

El hombre que pasó los últimos años de su vida buscando mejores días para su nación sin tener que recurrir a la violencia, sucumbió ante una pistola. También lo hizo Martin Luther King, e incluso el hippie de Lennon, que tampoco es que haya sido un gran hombre, porque lo único que hacía era cantar por la paz. Todos ellos le pregonaron al mundo por el entendimiento pero se fueron sin ser comprendidos, y eso es porque todos ellos estaban mal.

Uno no puede venir acá y vociferarle al mundo que viva en paz cuando lo más arraigado a la naturaleza del ser humano es la violencia; la violencia es humana, ese sincero sentimiento que se desprende la forma más primitiva de reacción, esa a la que una vez que se la dota de raciocinio, como en nuestro caso, se convierte en la única y veraz ley.

La paz no existe, es un estado al que lo débiles buscan llegar para no ser abusados por los fuertes. Usted que cree en el respeto y en la tolerancia, en que los puños y los garrotes deben ser la última opción, está equivocado.

No por nada es que en más de 2000 años de evolución la violencia sigue siendo la forma más efectiva de conseguir las cosas. Y, como repite el dicho, el fin justifica los medios; y si no vaya a preguntarles a los gringos si es que no defienden su estilo de vida, ese que sostienen a punta de bombazos en medio oriente.

Y no se vaya muy lejos. Usted y yo que disfrutamos de un acomodado estilo de vida, solo podemos hacerlo con la socavación completa del trabajador del campo, ese que se rompe la espalda cargando morrales de yuca y papa por miseros par de dólares. Y no me joda, que eso también es una forma de violencia.

Fue exactamente por esa clase de gente oprimida que Gandhi se levantó, la única cagada es que lo hizo de forma pacífica, esperando que los beneficiarios de la opresión razonen. Y ya sabe usted que eso no se puede conseguir, no de forma pasiva, y no ante alguien dispuesto a ver sucumbir la voluntad ajena.

No se puede. Uno no puede germinar conciencia ante una persona que sabe que empuñar un arma es tener el mundo a sus pies. Esa sensación casi romántica de saber que uno puede tomar lo que le da la gana, hasta la vida ajena, sin que nadie le diga nada. Es algo tentador.

Porque con violencia todo funciona, a las malas, pero funciona:

Un padre domina la voluntad de un hijo a cachetadas; una mujer accede a tener sexo con un hombre que no le gusta para que la dejen de golpear; un ladrón consigue lo que desea metiendo uno que otro tiro. Entienda, los imbéciles somos nosotros que no entendemos que la violencia es necesaria, incluso para detener toda esta clase de conductas.

Por eso es que cuando escucho a las personas hablar de que lo humano y correcto ante la violencia es 'poner al otra mejilla', me da coraje. Esa puerca filosofía no me parece más que un plan para mantener  en tiempos de los judíos esclavos, a la población dominada bajo una promesa de vida después de la muerte. Vergüenza me da saber que hasta ahora la gente crea eso, y se deja golpear ambas mejillas.

A Gandhi le metieron dos golpes en los maxilares y murió de forma violenta. Y es porque, simplemente, Gandhi estaba mal: la violencia funciona. Y con esto no vengo a decir que sea la mejor forma de conseguir las cosas. Solo digo que funciona.

Eso lo descubrió un grupo de mexicanos de la frontera con EEUU que se cansaron de dar la otra mejilla y se armaron para acabar con tanto abuso. Estaban dispuestos a utilizar la violencia contra la violencia, porque en estos casos, y creo que en todos, la resistencia pasiva es una pérdida de tiempo. Eso sirve en el primer mundo, allá en los países en los que se puede, con tranquilidad, dejar la puerta del carro sin seguro. Acá es Latinoamérica.

Y justo por eso, por tener un gobierno de mierda como lo son latinoamericanos, que el gobernante de turno de los mexicanos le prohibió a los civiles actuar. Acá, en Ecuador, a los civiles nos desarmaron. Igual, tanto en el país del norte como acá, la gente que esta dispuesta a usar la violencia como herramienta, es la que manda.

El mundo no puede ser un lugar mejor; este es el mundo, así, violento, está en la naturaleza y los que estamos mal somos Gandhi, usted y yo. Acéptelo. 

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