Emilio Palacio gana un premio de periodismo en España y yo me desenamoro de la profesión cual quinceañera cuerneada por su primer amor. Dicen que galardón se lo dan por apoyo a su condición de 'perseguido político'. No me parece. Al hecho lo encuentro estúpido en realidad. Todo es tan estúpido.
Es estúpido que mil millones de personas, cual idiotas, hayamos visto a un hombre lanzarse desde la estratosfera en clavado hacía la tierra, en directo. Ahora lo celebramos como si el tipo hubiese hecho algo como curar la polio o erradicar el sida. Lo cierto es que todos, en secreto, rogábamos por ser testigos del suicidio más sintonizado de la historia. A la final el paracaídas se abrió y el tipo llegó sano y salvo a la tierra, eso mientras que Red Bull registraba un bajón del 40% en el valor de sus acciones. Luego de senda cagada los ejecutivos de la marca se dieron cuenta lo idiota que era patrocinar algo de esa índole. Más barato les salía patrocinar una eutanasia.
Me resulta idiota que a Lance Armstrong le quiten todos los premios de su carrera porque dicen que se dopó. Todos los atletas de élite (los que ganan millones en contratos publicitarios) se dopan. Es más, la idealización de los deportistas me resulta enfermiza. No le veo el punto a admirar a gente inútil a la humanidad. Eso de dedicarse todos los días a lograr 'metas personales' me repugna. ¿Qué le contribuye a la humanidad alzar una tonelada de peso, meter más goles en un arco o correr 100 metros en 8 segundos? Me da arcadas la cantidad de dinero y recursos que se gasta en la preparación de esta gente para más de convertirse en pancartas publicitarias de carne y hueso. Si no miren a Cristiano Ronaldo, maniquí de una marca de shampoo.
El arte es una cagada. Es una forma más de entretenimiento, una avanzada evolución de las manualidades. Como raza fracasamos al elevarlo a la categoría superior, casi sublime. Nos encanta hacer esto. Ya admiramos a reyes, deidades invisibles en el cielo que hasta ahora aparecen, y ahora es el turno de las celebridades, esas a las que se les paga millones por ponernos a aplaudir. Eso sí, no cualquiera puede ser artistas, y eso que en nombre del arte hay mucho vago perdiendo el tiempo.
Porque para no darse cuenta que el dinero que reciben los artistas famosos está mal, hay que ser un imbécil. Todos somos idiotas. Todos. En el primer mundo hace fila durante días para conseguir el último teléfono inteligente del mercado, la última cámara de fotos, lo último de lo último aunque lo que tengan aún les funcione perfectamente. En África llevan décadas decapitándose y creyendo que comiéndose a los albinos tendrán vida eterna. En Asia se rompen la nalga por hacer todo el trabajo industrial que el resto del mundo no quiere hacer y no entiendo porque no se revelan al respecto, si lo que les pagan es un crimen. En América del Sur celebramos ser la cuna de los futbolistas que van a parar a clubes europeos, porque no somos más que el mercado emergente. Siempre en desarrollo, jamás desarrollado. ¿Y no nos damos cuenta que todo esto en un absurdo?
Todo es tan estúpido. Me encanta pensar que, a veces, cuando me pierdo y disfruto de las idioteces, las cosas tienen sentido, pero no es así. Los inservibles debates en internet, las posturas discrepantes, las fiestas y los bailes en discotecas con gente semi en pelotas.
Lo cumbre es que celebramos cada cosa, cada bobera, cada logro insignificante de un hijo en una actividad que no tiene futuro. Nos maravillamos por cada pirueta en patineta, por cada vez que las personas se arrojan al vacío, a suicidarse, pero no les sale. A eso le dicen deportes extremos.
A cada cosa que hacemos la justificamos en nombre del placer, de las risas y el regocijo; no somos más primates que logramos controlar nuestro ciclo reproductivo. El placer no es más que una motivación biológica para mantener viva la raza y ahora, con tanto estímulo, es el motor de existencia de la raza. ¿O usted no hace todo en torno a fascinar al sexo opuesto con tal de llevársela a la cama?
Todo es estúpido. Trabajar durante años para enriquecer a alguien más, que el banco te debite plata por claquier idiotez y que tu no digas nada; pagar por agua embotellada, tener hijos, emborracharse y hasta escribir; pero incluso en cada una de esas vainas hay una persona que lo hace mejor que los demás. A estos entes se les da un premio, como a Palacio, a Armstrong, a Ronaldo o a Baumgartner, premios que como los del ciclista, con un mandato, le pueden ser arrebatados, o como el del 'periodista', que con la misma orden, le pueden ser otorgados. Maldita raza.
Y pensar que toda esta mala cantaleta nace de la decepción del premio que le dieron a un tipo que ni sabe escribir.
Es estúpido que mil millones de personas, cual idiotas, hayamos visto a un hombre lanzarse desde la estratosfera en clavado hacía la tierra, en directo. Ahora lo celebramos como si el tipo hubiese hecho algo como curar la polio o erradicar el sida. Lo cierto es que todos, en secreto, rogábamos por ser testigos del suicidio más sintonizado de la historia. A la final el paracaídas se abrió y el tipo llegó sano y salvo a la tierra, eso mientras que Red Bull registraba un bajón del 40% en el valor de sus acciones. Luego de senda cagada los ejecutivos de la marca se dieron cuenta lo idiota que era patrocinar algo de esa índole. Más barato les salía patrocinar una eutanasia.
Me resulta idiota que a Lance Armstrong le quiten todos los premios de su carrera porque dicen que se dopó. Todos los atletas de élite (los que ganan millones en contratos publicitarios) se dopan. Es más, la idealización de los deportistas me resulta enfermiza. No le veo el punto a admirar a gente inútil a la humanidad. Eso de dedicarse todos los días a lograr 'metas personales' me repugna. ¿Qué le contribuye a la humanidad alzar una tonelada de peso, meter más goles en un arco o correr 100 metros en 8 segundos? Me da arcadas la cantidad de dinero y recursos que se gasta en la preparación de esta gente para más de convertirse en pancartas publicitarias de carne y hueso. Si no miren a Cristiano Ronaldo, maniquí de una marca de shampoo.
El arte es una cagada. Es una forma más de entretenimiento, una avanzada evolución de las manualidades. Como raza fracasamos al elevarlo a la categoría superior, casi sublime. Nos encanta hacer esto. Ya admiramos a reyes, deidades invisibles en el cielo que hasta ahora aparecen, y ahora es el turno de las celebridades, esas a las que se les paga millones por ponernos a aplaudir. Eso sí, no cualquiera puede ser artistas, y eso que en nombre del arte hay mucho vago perdiendo el tiempo.
Porque para no darse cuenta que el dinero que reciben los artistas famosos está mal, hay que ser un imbécil. Todos somos idiotas. Todos. En el primer mundo hace fila durante días para conseguir el último teléfono inteligente del mercado, la última cámara de fotos, lo último de lo último aunque lo que tengan aún les funcione perfectamente. En África llevan décadas decapitándose y creyendo que comiéndose a los albinos tendrán vida eterna. En Asia se rompen la nalga por hacer todo el trabajo industrial que el resto del mundo no quiere hacer y no entiendo porque no se revelan al respecto, si lo que les pagan es un crimen. En América del Sur celebramos ser la cuna de los futbolistas que van a parar a clubes europeos, porque no somos más que el mercado emergente. Siempre en desarrollo, jamás desarrollado. ¿Y no nos damos cuenta que todo esto en un absurdo?
Todo es tan estúpido. Me encanta pensar que, a veces, cuando me pierdo y disfruto de las idioteces, las cosas tienen sentido, pero no es así. Los inservibles debates en internet, las posturas discrepantes, las fiestas y los bailes en discotecas con gente semi en pelotas.
Lo cumbre es que celebramos cada cosa, cada bobera, cada logro insignificante de un hijo en una actividad que no tiene futuro. Nos maravillamos por cada pirueta en patineta, por cada vez que las personas se arrojan al vacío, a suicidarse, pero no les sale. A eso le dicen deportes extremos.
A cada cosa que hacemos la justificamos en nombre del placer, de las risas y el regocijo; no somos más primates que logramos controlar nuestro ciclo reproductivo. El placer no es más que una motivación biológica para mantener viva la raza y ahora, con tanto estímulo, es el motor de existencia de la raza. ¿O usted no hace todo en torno a fascinar al sexo opuesto con tal de llevársela a la cama?
Todo es estúpido. Trabajar durante años para enriquecer a alguien más, que el banco te debite plata por claquier idiotez y que tu no digas nada; pagar por agua embotellada, tener hijos, emborracharse y hasta escribir; pero incluso en cada una de esas vainas hay una persona que lo hace mejor que los demás. A estos entes se les da un premio, como a Palacio, a Armstrong, a Ronaldo o a Baumgartner, premios que como los del ciclista, con un mandato, le pueden ser arrebatados, o como el del 'periodista', que con la misma orden, le pueden ser otorgados. Maldita raza.
Y pensar que toda esta mala cantaleta nace de la decepción del premio que le dieron a un tipo que ni sabe escribir.
Leo su escrito y noto que, desde el titulo, a usted le gustan los absolutos. Lo unico absoluto, es que TODO es relativo
ResponderEliminarCuando has visto que se de un premio al mejor sin tener un angulo comercial o politico
ResponderEliminarPicado. El q se pica pierde. Ja.
ResponderEliminarBuen artículo, me hizo pensar en el manifiesto de Joe Stack y su conclusión (correctísima a mi parecer) de que la violencia es el camino. Eso o hacerse a un lado.
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