martes, 16 de diciembre de 2014

Intentemos entenderlas

Dice la gente: 'a la mujer no hay que entenderla, hay que amarla'. Eso es estúpido. ¿Cómo carajo te apegas a algo que no comprendes? Incluso los perros, esos que hoy en día son el sinónimo más aceptado de fidelidad, se apegan a la gente que les da comida y les rasca la panza. Eso es lógico, es reciprocidad.

Apegarse a alguien sin tener la capacidad de entenderla es como cuando uno pone a su papá, por primera vez, a intentar jugar videojuegos: el sofware puede ser la cosa más bacán que se haya programado, pero papá no entiende como carajo se mueven las palancas, como y cuando oprimir los botones, por ende nunca va a poder disfrutar del juego. La mujer es ese software complejo en el que uno no entiende un carajo de como hay que mover los controles para que todo funcione.

Pero aunque la naturaleza de la hembra sea indescifrable, hay algo que uno debe tener por sentado, entender por omisión: hay que respetarlas. No estoy hablando de abrirle las puertas para que pasen o darle un trato preferencial por el mero hecho de ser mujeres, eso no es más que afianzar el estereotipo de que son una 'raza inferior' que no puede valerse por si misma, sino de entender que es un ser humano que merece respeto, espacio y tolerancia.

Aparentemente el ecuatoriano (masculino) es lo más próximo que hay a un neandertal y ahora, por eso mismo, por nuestra incapacidad de respeto, el municipio de Guayaquil tendrá que crear Metrovias, transporte público masivo, especialmente para mujeres porque, aparentemente (tengo ya un par de años sin montar la Metro), ahí adentro las mujeres son manoseadas, 'punteadas', se les insinúan y pobre de ellas de que den un 'no' por respuesta. Ahí conocerán lo insistente que puede llegar a ser un hombre que aparentemente no tuvo madre.

Hay quienes dirán que es culpa del alcalde esta segregación de géneros y, quizás en parte lo es, por acceder a esto, pero ¿cómo educas de la noche a la mañana a los más de 500.000 pasajeros que abordan la Metrovía? La alcaldía lo que hace es responder de la única forma (a corto plazo) que puede.

En realidad no comprendo como es que hay personas de mi género que se propasan con las mujeres. ¿Qué de bueno hay en conseguir cosas sin la aprobación de una mujer? ¿Acaso no entienden que no hay nada más bonito que una mujer desee entregarse a uno? Eso jamás se conseguirá a punta de vergasos en el bus. No existe forma humana que eso sea posible.

La incomodidad de las mujeres debería ser razón suficiente para que uno se detenga. 'Es que el que la persigue la consigue', me han dicho. Eso es tan imbécil. Meses después, cuando esa misma chica a la que a través de la insistencia se la convenció de salir y tener algo, ella mismo querrá salir despavorida y entonces vendrá el mal genio del tipo que la llamará mal llevada, puta, zorra, y demás epítetos que es lo único que sabe decir el neandertal despechado. Y todo porque desde un principio lo que quería decirle era no. 

La mujer es jodida, sí, y en su jodedera se merece todo el maldito respeto del mundo. No por ser mujer, por se una persona, la hija de alguien, la hermana de un individuo, la madre de un niño, la amiga de un pendejo.

Esto no es balística, no es física cuántica ni mucho menos física nuclear. Aparentemente hay que ser un genio para darse cuenta de que en el Ecuador la mujer es tratada como menos que una persona, sin derechos reproductivos y con un sueldo más bajo en relación a los hombres; y si eso es 'amarla', me niego a hacerlo. Yo prefiero, aunque con éxito medio, intentar comprenderlas. 

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