martes, 15 de julio de 2014

Adulación

No salgo. Las únicas ocasiones en las que me tomo una cerveza son en las que a mis amigos casados obtienen permiso de sus esposas para salir un rato. Por lo demás me quedo en casa, porque salir es absurdo. No se tiene mayor opción en esta ciudad: si uno no sale a una discoteca, debe ir a una tertulia llena de egos. Ninguna de las dos me resulta placentera.

Antes de que mis amigos tomaran la senda de la vida familiar, salía mucho más. Tomaba mucho más. Pernoctábamos con la mera intención de darle algo de combate al hígado y, porque no, ver si el bingo sexual nos jugaba el número y por ahí alguna bagrera intentaba seducirnos. Eso no pasaba. 

Es así como ahora me quedo casi siempre en casa, leyendo muchas vainas, y esto es poque la última vez que intenté salir, fue a uno de los eventos del Inmundicipio: una especie de gesta cultural en lo que en era una casa a medio caer, no tanto por lo antigua de su estructura sino porque a duras penas los cimientos aguantaban el peso de tanto ego que ahí se posaba. Era atroz. Incluso mis otros amigos cercanos a mi tuvieron en alguna ocasión una pelea con quienes administraban el sitio. No supe bien como fue el asunto, lo único que alcance a entender del conflicto fue que en esa casa mandaba alguien, y las cosas se debían hacer a su voluntad. Por eso nunca más volvieron. 

Y es muy gracioso, porque muchas de las personas que recurrentemente iban a esta casa, que hoy ya está vacía, ahora han realizado un colectivos artístico llamado 'El Último Jueves', y que ayer estuvo en el ojo del huracán una polémica muy boba en la que se vio involucrado un compadre de copas, los 'afectados' y mi ex lugar de trabajo. 

No entendía el porqué de la polémica: se suponía que todo era por un texto de poco más de 2000 caracteres y un poco de opiniones de más. Pero la herida era no por el hecho de que se mencionasen las actividades que en el lugar se realizaban (que de verdad no tenían porque ser mencionadas), sino porque, por primera vez en mucho tiempo, este grupo de gente no era adulada. 

Entiendo lo difícil que debe ser para las personas que les costó conformar este colectivo (porque el esfuerzo no solo es admirable, sino reconocido), no recibir un feedback positivo de su accionar; pero es que no toda respuesta que tengan del público, o en este caso del periodista, debe ser buena. 

Sí, quizás mi compadre se equivocó en formular prejuicios, pero lo cierto es que los prejuicios son buenos, a uno le ahorran el tiempo de conocer a las personas. Así lo creo. 

Es feo para un grupo de personas, acostumbradas a que todo lo que hacen se lo aplaudan, que los vean con malos ojos y se escriba de igual manera, por lo que en realidad creo que la defensa planteada por los mismos poco tienen que ver con defender sus reuniones, y son más cercanas a la especie de berrinche que uno como mimado de su mamá, le hacía a su papá. 

No hay golpe más feo a uno que al ego, y no por eso se debe armar un escándalo en redes sociales por mero hecho de que no te gusta lo que escriben de ti. ¿No se supone que es eso exactamente lo que todos le critican al presidente? Y los que vapulearon este mal texto de mi amigo son los que más lo critican al Primer Mandatario. 

Es solo una opinión. 

1 comentario:

  1. Estoy en desacuerdo en creer que los prejuicios son buenos, una persona siempre es mucho más compleja de lo que se puede ver en la superficialidad. Fue turro el texto porque se sintió intolerante, algo como "esto no lo comparto así que está mal" y eso no es periodismo. Esto lo sentí como lectora de paso, cuyo ego no fue afectado, es más evito estos eventos porque tampoco comparto esta forma de "vivir" el arte o la cultura pero eso no significa que su accionar es errado ni me considero en libertad de juzgarlos. Comprendo, por otro lado que la reacción al artículo (sí, artículo y no noticia) puede haber sido desmesurada, debido a que como bien lo indicas a veces no hay nada mejor que hacer en Guayaquil que indignarse por cualquier cosa.

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