Uno jamás espera nada bueno de una ida al banco, y esta no es la excepción. Pero ahí la vi, detrás de la ventanilla de la entidad donde yo guardo mi dinero, una chica idéntica a una mujer a la que años atrás yo quise mucho.
Tenía el mismo rostro, la misma sonrisa, los mismo rasgos que odio; el mismo tic de acomodarse el cabello de la misma insoportable forma en la que tu lo hacías. Por un momento creí que eras tu, pero no me atrevo a escribir que era eso que te diferenciaba de ella. No había nada más que detalles imperceptibles.
Tuve una hora para ensayar lo que le diría a tu clon, lo repasé una y mil veces en la cabeza y cada versión me quedaba a medias. No había escenario matemáticamente calculable en el que yo salga victorioso. Rogaba que fuera ella la que me atienda y así desafiar a la improbabilidad. Pero ya sé yo que eso no sucede.
A la hora de que me atendiera me llamó otra cajera, una que me despachó en un santiamén, como para que me quede tranquilo, como para que me valla tal cual vine. Pero eso no era posible.
Ya me quedó el instante grabado en el mate. Otra de esas miles de situaciones de las que uno vive repasando en la cabeza de 'cómo hubiese sido si'. Atormentándose hasta el punto de escribirlo.
Yo sé que no eras tu la de la caja del banco. Ella estaba más bonita que tu; era un reflejo de cómo tu debías haber envejecido. Uno de esos tantos 'cómo hubiese sido si...' que tanto odio.
Tenía el mismo rostro, la misma sonrisa, los mismo rasgos que odio; el mismo tic de acomodarse el cabello de la misma insoportable forma en la que tu lo hacías. Por un momento creí que eras tu, pero no me atrevo a escribir que era eso que te diferenciaba de ella. No había nada más que detalles imperceptibles.
Tuve una hora para ensayar lo que le diría a tu clon, lo repasé una y mil veces en la cabeza y cada versión me quedaba a medias. No había escenario matemáticamente calculable en el que yo salga victorioso. Rogaba que fuera ella la que me atienda y así desafiar a la improbabilidad. Pero ya sé yo que eso no sucede.
A la hora de que me atendiera me llamó otra cajera, una que me despachó en un santiamén, como para que me quede tranquilo, como para que me valla tal cual vine. Pero eso no era posible.
Ya me quedó el instante grabado en el mate. Otra de esas miles de situaciones de las que uno vive repasando en la cabeza de 'cómo hubiese sido si'. Atormentándose hasta el punto de escribirlo.
Yo sé que no eras tu la de la caja del banco. Ella estaba más bonita que tu; era un reflejo de cómo tu debías haber envejecido. Uno de esos tantos 'cómo hubiese sido si...' que tanto odio.
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