Mamá me obligaba a comer vegetales que no me gustaban cuando era pequeño. Ella decía que lo hacía por mi bien, para que crezca fuerte. Pero a semanas de cumplir los 24, soy de uno de los seres más frágiles, biológicamente hablando, que conozco. Las cremas de vegetales de mamá no me sirvieron para nada.
Mi señora tenía razón en algo, si crecí. Creo que ella temía, bien en el fondo de su inconsciente, que yo me quedara de su estatura y por eso me obligaba a devorar un poco de comida que hasta el día de hoy me parece repulsiva. Yo soy del gremio de Mafalda, odiador a muerte de las sopas y las cremas.
A mí el rencor hacia esta clase de alimentos no me lo saca nadie. Ahora, si con algo tan absurdo como mi dilema de la sopa desarrolló un odio tan visceral, ¿cómo será la clase de desprecio que los homosexuales estarán desarrollando contra una sociedad que, en pleno siglo 21, los sigue considerando menos que personas?
Sí, hasta los animales tienen derecho y esta gente no los posee. Es decir, ellos, los gays, pueden hacer lo que les de la gana pero, ante los ojos de ese librito absurdo, la carta magna, no son reconocidos como personas. Porque, lea bien, solo las personas pueden casarse, adoptar y vivir en paz, y ellos no lo hacen. No los dejan, que es muy diferente. Y créame, cualquiera que esté tan loco como para querer casarse debe tener el derecho de hacerlo.
Tan absurdo pensar que un gremio de personas que participan de una secta dominical de esquizofrenia colectiva, esos que creen en serpientes parlantes y fecundaciones fantasmas, sean las que dictaminen lo que es racional y correcto. Créame que no me referiría de estos seres tan despreciables de forma tan despectiva si es que no le cagaran la vida a tantas personas. Y lo hacen.
Muchas veces creo que, tácitamente, todo cristiano, evangélico y demás especialista del autoconvecimiento y meditación, ha hecho un pacto para hacerle la vida imposible a todo el que no llene de diesmos la catedral de su fe. Y no crea, a los heterosexuales también nos ha jodido la vida (no tanto como a los gays o a las mujer pero también no joden), o ¿a caso usted jamás a sufrido del cólico de huevos que es tener que quedarse con las ganas de estar con una mujer que decidió permanecer célibe hasta el matrimonio?
Estoy seguro que en un futuro, esa amarga cucharada de sopa que hoy se le obliga a los homosexuales a ingerir, repercutirá en el destino de este país que sí, crecerá, pero alimentado por un desprecio propinado por un grupo de individuos que, convencidos de que le hacen un bien al país, germinarán una población resentida.
Estoy seguro que en un futuro, esa amarga cucharada de sopa que hoy se le obliga a los homosexuales a ingerir, repercutirá en el destino de este país que sí, crecerá, pero alimentado por un desprecio propinado por un grupo de individuos que, convencidos de que le hacen un bien al país, germinarán una población resentida.
Con ese titulo q le puso a esta entrada, crei que hablaria de alguna lesbiana q el resentimiento la tenia trompudita
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