lunes, 1 de febrero de 2016

Sasha Fitness

Bill Hicks decía: 'Si trabajas para el marketing y la publicidad, mátate. Es la única forma de salvar lo poco de dignidad que te queda. Eres un destructor de todo lo bueno en la vida, un peón de Satanás. Llenas el mundo de violenta contaminación'. Y tiene razón.

Trabajo haciendo fotos y a mi me toca falsear todo para que se vea bien. Porque, la verdad, el mundo real es insoportable. Por eso tenemos cuentas en Instagram, para llenar de filtros, saturar, contrastar y desatinar todo lo que nos rodea, acomodarlo a nuestro gusto y creer que experimentamos un mundo hermoso de colores satinados y contrastes de ensueño.

Existe una herramienta, un filtro, en Pshotoshop, que se llama 'Liquify' (Licuar, para los que tienen la versión en español), y que deforma la estructura de las cosas, haciéndolas más pequeñas o grandes. Es la herramienta favorita de la niña de colegio que quiere agrandarse las tetas y bajarse la panza pero no tiene para las prótesisi ni la liposucción.

Y sin importar cuanto movimiento feminista haya que trate de hacer que las niñas acepten su cuerpo tal y como lo tienen, ellas bien saben que nosotros babeamos por un busto bien parado y esas flacas gallaréticas con nalga; esos idilios de mujer que responden a nuestros más primitivos instintos de reproducción. No sabemos porque deseamos eso, pero lo hacemos.

Luego viene una mujer como Sasha Barbosa (A.K.A. Sasha Fitness), a verborrear sobre un estilo de vida más sano para todo el mundo, para exhibir un cuerpo como el de ella que, aceptémoslo, no es la gran vaina. Ella es a las mujeres lo que los hipertrofiados fisicoculturistas son a los hombres: un idilio corporal inalcanzable que es repulsivo para la gran mayoría del sexo opuesto.

¿Por qué admira la gente a una mujer que deja de comer? Ella ha ganado (asumo) millones por andar promoviendo una religión, el fitness, a miles de millones de personas en el mundo del consumo, sin entender, el mundo del consumo, que ella no hace más que marketing. No vende un estilo de vida, no vende secretos, vende su imagen, como una gran pancarta de publicidad para productos que se dicen naturales pero que vienen en latas, botellas y demás.

Lo que no sabe la gente es que el fitness es un estilo contra-cultural peor que los hippies. Al menos lo segundos, y esto es jodido para mi, -hablar bien de un hippie- intenta vivir una vida un poco más real. El fitness no es más que una mentira: gente que se priva de comer ciertas cosas para andar escuálidos mientras se meten esteroides (sin decirlo ni aceptarlo), para conseguir un cuerpo delineado que, pregúntenle a cualquier médico (no a un nutricionistas ni a un entrenador), es imposible de conseguir. Y de una vez voy diciendo, no estoy diciendo que ella los consuma, porque no me consta. No faltará el cabrón que diga que estoy haciendo acusaciones, y solo hago hincapié en las decenas de casos que conozco.

Y esta mujer lleva el 'Fitness' en su marca, haciéndo de ella un ejemplo para el mundo de los gordos, vendiendo una historia de superación que no existe. No tener sobre peso no es un maldito logro, es sentido común. Dejemos de estar glorificando esta vaina.

¿Historia de superación? Un ciego graduándose de leyes (que hace poco salió en el periódico), o un niño colombiano que camina todos los días más de 10 kilómetros para ir a un colegio en el que el espera lo estén educando (cosa que no es así).

Sasha Fitness no es más que una pancarta, un filtro de Instagram, un producto de marketing mucho mejor vendido que el Photoshop, y vendido con la técnica de 'la inspiración'. Jódase. Si usted admira a esa mujer, le falta un tornillo. Si cree que ella fue la que lo motivó a llevar un estilo de vida más saludable, le digo que no: fue su equipo de marketing que se las vendió.

Si quiere bajar de peso, hágalo, es sano, es lógico. No hay orgullo en tener panza, ni en no poder subir las escaleras de un solo tiro. Vivir cómodamente es solo lógico.

Deje de andar comprando huevadas, y si no mejor, junto a todos los que hacemos marketing, vamos a cometer suicidio colectivo, cortesía de Hicks. ¡Salud! 

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