Messi es un genio. Es el Ayrton Senna del fútbol, y lo digo en todo el sentido comparativo. Para que detener a Messi tendrá que suceder una tragedia. Él ha roto todos lo récords del fútbol y no da señales de detenerse.
La tragedia de esto está en que durante el reinado del astro nacerán muchos buenos jugadores, pero todos quedarán bajo la sombra de Messi, en el olvido mediático y en el silencio del público que no tiene más que halagos para el argentino. Pero por ellos, los buenos jugadores, no hay tormento. Ellos no se agobian por llegar al tope de los rankings, aunque en secreto lo desean, porque saben que no lo pueden hacer y por ende se resignan a cobrar un 'miserable' sueldo. La tragedia en realidad agobia a los que son excelentes; lo difícil es ser Cristiano Ronaldo, el segundo mejor jugador del mundo y el primero en los calzones de las señoritas.
Porque si Messi es el innegable monarca del fútbol actual, Ronaldo es, igualmente, el definitivo segundo. Y lo es porque simplemente hace lo mismo que argentino pero lo hace un poquito peor: acierta menos goles, no sabe jugar en equipo y tiene menos récords. No hay estadística que diga que esto no es cierto, y él lo sabe, y no sabe disimular lo mucho que lo atormenta.
Y el síndrome del portugués lo hemos vivido todos. Este es el 'síndrome Cristiano Ronaldo': un tipo excepcional que de haber nacido 10 años antes o 10 años después de Messi, hubiese sido uno de los grandes de la historia. Uno incluso llega a identificarse con el frustrado portugués, un tipo que muere de la envidia por su rival, frustrado por no superarlo. A Messi no queda más que adorarlo, a Ronaldo, compadecerlo porque, póngase la mano en el pecho, usted a estado en la misma situación. Bueno, con uno que otro millón menos, pero comiendo igual o más mierda por la envidia.
Usted y yo somos Cristiano Ronaldo, personas que siempre tendrán alguien encima, un ser que nació superior y al que hay aceptarlo como tal porque sino quedará relegado a vivir una vida de gastritis y remordimiento; una vida que gira si no en torno a desearle la muerte a alguien para poder ocupar un el sitial que le correspondería de no ser porque existe alguien mejor que usted.
Porque siempre habrá alguien que haga las cosas de manera excepcional, mucho mejor que lo usted o yo las hacemos, y ese será el imprescindible, innegablemente superior.
Por esto es que la resignación es algo hermoso (y de esto habrá otra entrada), que le permite a uno desprenderse de lo agobiante de la impotencia de saber que sin importar el esfuerzo que se haga, siempre habrá alguien superior a usted. No se engañe, no hay entrenamiento, físico o académico, que a usted lo saque adelante. No importa cuanto curso en Havard tome, usted jamás será tan o más inteligente que Stephen Hawkings; no habrá esteroide que usted se meta que lo haga correr más rápido que Usain Bolt y no habrá zapato en el mundo que haga que el portugués meta más goles que argentino.
No hay formula humana que haga que Ronaldo rebase a Messi por el simple hecho que el argentino lo supera en todo sentido. Aquí aplica esa tan vulgar pero cierta frase: "no le da la raza". Eso sí, lo que el portugués puede esperar es que al mejor jugador del mundo se le cruce una pared mientras maneja a toda velocidad y le deje la cancha despejada de rivales. Él lo negará, pero eso sería lo mejor que le podría pasar en su carrera (y sino que le pregunte a Schumacher).
La tragedia de esto está en que durante el reinado del astro nacerán muchos buenos jugadores, pero todos quedarán bajo la sombra de Messi, en el olvido mediático y en el silencio del público que no tiene más que halagos para el argentino. Pero por ellos, los buenos jugadores, no hay tormento. Ellos no se agobian por llegar al tope de los rankings, aunque en secreto lo desean, porque saben que no lo pueden hacer y por ende se resignan a cobrar un 'miserable' sueldo. La tragedia en realidad agobia a los que son excelentes; lo difícil es ser Cristiano Ronaldo, el segundo mejor jugador del mundo y el primero en los calzones de las señoritas.
Porque si Messi es el innegable monarca del fútbol actual, Ronaldo es, igualmente, el definitivo segundo. Y lo es porque simplemente hace lo mismo que argentino pero lo hace un poquito peor: acierta menos goles, no sabe jugar en equipo y tiene menos récords. No hay estadística que diga que esto no es cierto, y él lo sabe, y no sabe disimular lo mucho que lo atormenta.
Y el síndrome del portugués lo hemos vivido todos. Este es el 'síndrome Cristiano Ronaldo': un tipo excepcional que de haber nacido 10 años antes o 10 años después de Messi, hubiese sido uno de los grandes de la historia. Uno incluso llega a identificarse con el frustrado portugués, un tipo que muere de la envidia por su rival, frustrado por no superarlo. A Messi no queda más que adorarlo, a Ronaldo, compadecerlo porque, póngase la mano en el pecho, usted a estado en la misma situación. Bueno, con uno que otro millón menos, pero comiendo igual o más mierda por la envidia.
Usted y yo somos Cristiano Ronaldo, personas que siempre tendrán alguien encima, un ser que nació superior y al que hay aceptarlo como tal porque sino quedará relegado a vivir una vida de gastritis y remordimiento; una vida que gira si no en torno a desearle la muerte a alguien para poder ocupar un el sitial que le correspondería de no ser porque existe alguien mejor que usted.
Porque siempre habrá alguien que haga las cosas de manera excepcional, mucho mejor que lo usted o yo las hacemos, y ese será el imprescindible, innegablemente superior.
Por esto es que la resignación es algo hermoso (y de esto habrá otra entrada), que le permite a uno desprenderse de lo agobiante de la impotencia de saber que sin importar el esfuerzo que se haga, siempre habrá alguien superior a usted. No se engañe, no hay entrenamiento, físico o académico, que a usted lo saque adelante. No importa cuanto curso en Havard tome, usted jamás será tan o más inteligente que Stephen Hawkings; no habrá esteroide que usted se meta que lo haga correr más rápido que Usain Bolt y no habrá zapato en el mundo que haga que el portugués meta más goles que argentino.
No hay formula humana que haga que Ronaldo rebase a Messi por el simple hecho que el argentino lo supera en todo sentido. Aquí aplica esa tan vulgar pero cierta frase: "no le da la raza". Eso sí, lo que el portugués puede esperar es que al mejor jugador del mundo se le cruce una pared mientras maneja a toda velocidad y le deje la cancha despejada de rivales. Él lo negará, pero eso sería lo mejor que le podría pasar en su carrera (y sino que le pregunte a Schumacher).
Yo no pude ser mas popular que los Beatles y eso que naci 2000 años antes. Como lo explica?
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